viernes, 20 de enero de 2012

Anti - Génesis


Al fin, el ser humano
acabó con el cielo y con la tierra.
La tierra era bella y fértil,
la luz brillaba en la montañas y en los mares,
y el espíritu de Dios llenaba el universo.

El ser humano dijo:
«Que posea yo todo el poder
en el cielo y en la tierra».
Y vio que el poder era bueno,
y puso el nombre de Grandes Jefes
a los que tenían el poder,
y llamó Desgraciados
a los que buscaban la reconciliación.
Así fue el sexto día antes del fin.

El ser humano dijo:
«Que haya gran división entre los pueblos:
que se pongan de un lado las naciones a mi favor,
y del otro las que están contra mí».
Y hubo Buenos y Malos.
Así fue el quinto día antes del fin.

El ser humano dijo:
«Reunamos nuestras fortunas, todo en un lugar,
y creemos instrumentos para defendernos: la radio
para controlar el espíritu de los seres humanos,
los registros para controlar sus pasos,
los uniformes para dominar sus almas».
Y así fue. El mundo quedó dividido
en dos bloques en guerra.
El ser humano vio que tenía que ser así.
Así fue el cuarto día antes del fin.

El ser humano dijo:
«Que haya una censura para distinguir
nuestra verdad de la de los demás».
Y así fue. El ser humano creó
dos grandes instituciones de censura:
una para ocultar la verdad en el extranjero,
y otra para defenderse de la verdad en casa.
El ser humano lo vio y lo encontró normal.
Así fue el tercer día antes del final.

El ser humano dijo:
«Fabriquemos armas
que puedan destruir grandes multitudes,
millares y centenares de millones,
a distancia».
El ser humano creó los submarinos nucleares
que surcan los mares,
y los misiles, que cruzan el firmamento.
El ser humano lo vio y se enorgulleció.
Entonces los bendijo diciéndoles:
«Sed numerosos y grandes sobre la tierra,
llenad las aguas del mar y los espacios celestes;
multiplicaos».
Así fue el segundo día antes del fin.

El ser humano dijo:
«Hagamos a Dios a nuestra imagen y semejanza:
que actúe como actuamos nosotros,
que piense como pensamos nosotros,
que mate como nosotros matamos».
El ser humano creó un Dios a su medida,
y lo bendijo diciendo:
«Muéstrate a nosotros,
y pon la tierra a nuestros pies:
no te faltará nada
si haces siempre nuestra voluntad». Y así fue.
El ser humano vio todo lo que había hecho
y estaba muy satisfecho de ello.
Así fue el día anterior al fin.

De pronto, se produjo un gran terremoto
en toda la superficie de la tierra,
y el ser humano y todo lo que había hecho
dejaron de existir.
Así acabó el ser humano con el cielo y la tierra.
La tierra volvió a ser un mundo vacío y sin orden;
toda la superficie del océano se cubrió de oscuridad
y el espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. 
Autor: Anónimo 

¿ DEMO... QUÉ?



En las olimpíadas griegas nunca participaron las mujeres, los esclavos ni los extranjeros. En la democracia griega, tampoco.
En la Constitución que inauguró la democracia en los Estados Unidos de América, eran invisibles las mujeres, los negros, los indios y los pobres.
En toda América, de norte a sur, nuestras naciones nacieron mentidas. La independencia negó los derechos de quienes peleando por ella se habían jugado la vida, y las mujeres, los negros, los indios y los pobres no fueron invitados a la fiesta.
Las Constituciones dieron prestigio legal a esa mutilación.
En las primeras elecciones del Uruguay, votó el cinco por ciento de la población adulta. En las primeras del Brasil, votó el tres por ciento.
Con el paso del tiempo, el derecho de voto se ha universalizado en toda América, pero la democracia sigue siendo un gran estadio donde el pueblo asiste a las piruetas de quienes juegan en su nombre.
¿Y en el mundo? ¿No es la democracia una tarea pendiente en el mundo entero? El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial gobiernan a los gobiernos. En uno mandan cinco países. En el otro, ocho. La Organización Mundial del Comercio ejerce la dictadura mercantil sobre el planeta: el estatuto establece el derecho de voto, pero nunca jamás se ejerció. ¿Y las Naciones Unidas? La Asamblea General, simbólica, recomienda pero no decide. Quienes sí deciden son los cinco países con derecho de veto en el Consejo de Seguridad. Ellos, los cinco principales fabricantes de armas, velan por nuestra paz.

Eduardo Galeano
Montevideo, Uruguay